¿Por dónde está la América del Sur? El terremoto, Clinton y el continente olvidado

EL OBSERVADOR INCISIVO

Reflexiones, comiendo una madeleine*, en una mañana de sábado lluvioso

(*referencia a Marcel Proust)

Las noticias procedentes de Chile sobre el terremoto del 27 de Febrero evocan la simpatía para aquellos que han sufrido pérdidas personales y otras. Las personas tienen varias opciones, si desean contribuir a los fondos de alivio.

El único beneficio positivo del terremoto en Chile (8,8 en la escala de Richter) es que ha recordado a los lectores de noticias y oyentes norteamericanos que hay un gran continente al sur de los Estados Unidos y México, que se conoce como Sudamérica. Chile, donde se produjo el terremoto, es el país más meridional de la costa oeste de América del Sur.

Las Islas Malvinas y los reclamos argentinos a las islas también han sido mencionados en las noticias esta semana, como resultado de la exploración británica de petróleo en el área. Argentina es el país más austral en la costa este de América del Sur.

Dada la falta de conocimiento de la geografía del mundo e de la historia, estas explicaciones pueden ser útiles ahora.

Uno puede legítimamente preguntar, en efecto, “A dónde fue la América de Sur?”

En nuestra conciencia, en nuestra conciencia del mundo. En los Estados Unidos, pero sospecho que también en otras partes del mundo.

Un país que ha descubierto la América del Sur es la China, que ha realizado importantes inversiones en Brasil y otros países, y que tiene una relación de comercio creciente con los países de la región.

La doctrina de Monroe de 1823 hace mucho tiempo está muerta, que es una buena cosa. De hecho, murió en 1933 con “la Política de Buen Vecino” de Franklin Roosevelt y la Convención de Montevideo. Su muerte legal fue reforzada con la carta de las Naciones Unidas (1945), la carta de la Organización de Estados Americanos (1948) y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (“Tratado de Río” o “TIAR”) (1947).

No obstante, estos tratados no impidieron que la CIA derrocara el gobierno izquierdista de Jacóbo Arbenz en Guatemala en 1954, la invasión de la Bahía de Cochinos de Cuba en 1961, la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en 1965, o la participación de la CIA en los acontecimientos que condujeron al derrocamiento de Salvador Allende en Chile en 1973. O la invasión de y derrocamiento de los gobiernos de Granada en 1983 y de Panamá en 1989.

Ah! Sí. Chile, un país en el extremo sur de América del Sur, en la costa oeste. Ahora los recuerdos comienzan a fluir nuevamente. Tortura. Desapariciones forzadas. La película de Costa-Gavras “Missing” (1982), con Jack Lemmon, contando la historia. Surge una memoria aún más profunda, de la película de Costa-Gavras “Estado de sitio” (1972), que relata la historia del secuestro de 1970 de Dan Mitrione, un agente de los EE.UU. reportado como habiéndo sido profundamente implicado en la formación de la policía y militares en las artes de la tortura en Uruguay, y antes en Brasil en la década de los 60.

Luego había toda la cosa con la Argentina, en la que se informa de que el gobierno ha matado a algunas 10,000-30.000 personas durante “la guerra sucia” de 1976 a 1982. Una película memorable, “La historia oficial” (Oscar por mejor película extranjera en 1985), trata de estos eventos de manera poderosa, aunque de forma oblicua, lo que plantea la cuestión de la complicidad de los ciudadanos individuales en la tortura y las desapariciones ordenadas por los generales. (Esta película podría ser de especial interés para los fans de la serie de televisión de Estados Unidos “24”).

También de este período, uno puede recordar, Argentina invadió las Islas Malvinas en 1982. Y recuerda también los argumentos interminables y sín sentido sobre si eran “The Falklands” o “las Islas Malvinas”, un argumento de conclusiones que impidió cualquier discusión analítica. La derrota de la Argentina a manos de los británicos tuvo mucho que ver con la caída de la junta militar que siguió, y la elección de Raúl Alfonsín en diciembre de 1983.

Uno recuerda a la embajadora de EE.UU. en la ONU, Jeane Kirkpatrick, y sus puntos de vista sobre las relaciones de “estándares doble y dictaduras” y las reaciones de Estados Unidos con los gobiernos autoritarios amistosos. Apoyó la invasión de la Argentina de las Malvinas, hasta que finalmente su posición fue anulada por otros en la administración de Reagan.

Alfonsín se desempeñó como presidente de su país hasta 1989. Él puso en marcha el juicio de los ex-dirigentes de las juntas en 1985, y domesticó a los militares, actuando de pie en el frente de una rebelión militar en la base militar de Campo de Mayo y en Córdoba en 1987. Después de esta rebelión, hizo concesiones a los militares, incluyendo la infame “ley de obediencia debida”. La ley, sin embargo, fue derogada en 2003. Un fiscal principal en el juicio de los ex-dirigentes de las juntas era Luis Moreno-Ocampo, que actualmente es el fiscal en la Corte Penal Internacional en La Haya.

Significativamente, Alfonsín estableció una Comisión Nacional sobre la desaparición de personas, que produjo en 1984 un informe entitulado “Nunca Más,” el que fue presentado a los tribunales.

Tortura, gobierno militar, la participación estadounidense. Las memorias vuelven. De los acontecimientos en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile. Nicaragua bajo Anastásio Somoza. Fraude electoral y la represión de la oposición democrática en El Salvador en la década de los 70.

Desde 1977 o 1978 hasta los principios de los 90, la atención del público estadounidense estaba remachada en Centroamérica, donde la Revolución Sandinista triunfó sobre Somoza, escuadrones de la muerte se convirtieron en cosa común en El Salvador y los Estados Unidos respaldaba los esfuerzos de los contras que operaban desde Honduras. Surgen tambíen recuerdos del asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero mientras celebraba la misa en la Catedral de San Salvador en 1980 y de la trabajadora social y las tres monjas Maryknoll que fueron arrastradas desde su van y asesinadas por un escuadrón de la muerte salvadoreño más tarde en ese año.

El apoyo de de EE.UU. de los contras llevó al caso de Nicaragua contra los Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia en 1984 y el fallo de la corte contra los Estados Unidos en 1986. En respuesta, los Estados Unidos se retiraron de la jurisdicción obligatoria de la corte, mientras Óscar Arias, el Presidente de Costa Rica, ganó un premio Nobel por su papel en el plan de Arias o el proceso de Contadora, que trajo las hostilidades en la región a una cesación.

Un gobierno civil también fue elegido en Guatemala en 1985, lo que fue un presagio de esperanza tras las masacres y asesinatos de los indios y otros por el ejército guatemalteco en los principios de la década de 1980, y antes.

A continuación, por último, en 1989, los Estados Unidos invadió Panamá y derrocó al Gobierno de Manuel Noriega, un ex agente de la CIA que se había convertido en dirigente profundamente implicado en el tráfico de drogas. Tras un reflugio en la Embajada del Vaticano, donde fue intensamente acosado desde fuera por las tropas estadounidenses, finalmente se entregó y fue llevado a Miami, donde él fue sometido a juicio y ahora cumple una sentencia con pena por el resto de su vida.

Después de Panamá, parece que en EE.UU. todos se olvidadaron de la América del sur, poniéndo la atención sólo sobre México y el acuerdo de libre comercio de América del Norte, que entró en vigor en 1994. No obstante, hubo una reanudación de gran interés en la región en la década de 1990 por parte de las empresas estadounidenses, cuando el Mercosur fue creada en 1991 y la inversión privada fluía a Brasil, Argentina, Chile y México en particular.

Pero durante los últimos diez años, al menos, el público en los Estados Unidos parece haberse olvidado acerca de Sudamérica, y hasta el resto de Latinoamérica excepto México–que se ha convertido en un lugar peligroso al ritmo que los traficantes de droga se han instalado. Este fenómeno puede estar relacionado con el éxito de los Estados Unidos y Colombia en la lucha contra el tráfico de drogas en ese país. Por otra parte, mucho ha venido sucediendo en Venezuela, con Hugo Chávez reescribiendo la Constitución con apoyo popular–pero también con aparente acoso en las calles y el aumento de las restricciones sobre las médias independientes. Pero poco de esto ha atraído mucha atención en los Estados Unidos.

Ah Sí, memorias traídas a la mente por un terremoto, y una renovada conciencia de que existe un continente allí abajo llamado la América del Sur, y un área aún más grande llamado Latinoamérica.

Mientras que Norteamérica duerme, otros parecen interesarse en la América del Sur. En noviembre de 2009, el Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad visitó Brasil, Bolivia y Venezuela. El departamento de Estado parece haber tomado nota, anunciando el 26 de febrero de 2010 que Secretario de Estado Hillary Clinton viajará a Uruguay, Argentina, Chile, Brasil y Costa Rica durante la primera semana de marzo.

Las possibilidades son, en los próximos 10 o 20 años, que la América de Sur — y América Latina–volverán a las noticias en EE.UU.

Para aquellos que son un poco vago sobre exactamente donde Uruguay, Argentina, Brasil. Chile y Costa Rica se encuentran, es el momento para sacar los mapas, y para leer y hacer algunas preguntas acerca de lo que ha acontecido allí en los últimos 50 años.

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